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Juicio en el fondo del mar

 
             
 

                   

Según anuncia una radio
en los profundos del mar
se ha armado una zarabanda
que ha dado mucho que hablar.

Con estos versos comienza, año tras año, el "Juicio en el Fondo del Mar", festividad que hace que nuestros Carnavales hayan adquirido la importancia que tienen hoy en día.

Es difícil imaginar que a raíz de una murga llamada "Los parrandistas" creada en 1934, se produjera 34 años después, todo un símbolo de nuestro Carnaval.

En 1981 se representó por primera vez lo que hoy conocemos por "El Juicio en el Fondo del Mar", gracias a la voluntad e implicación de la gente de Santoña. Veinticinco años después continúa una tradición que nos llega a otorgar al Carnaval la identidad de "Fiesta de Interés Turístico Nacional".

Partiendo del argumento de una copla ideada en el año 1934 por la murga "Los Parrandistas", se escribió un guión para una puesta en escena del tema de dicha murga, lo que constituyó una representación llena de gran colorido como exige su argumento:

El rapto de una sirena por un besugo enamorado, y el Juicio a que es sometido, que se celebra en aguas de la bahía, en el hueco de una roca adornado con marlotas, y algas marinas.

A declarar ante Neptuno, pasan "desde el pez más diminuto, hasta el muergo más "astuto". Las sirenas forman el tribunal, el salvareo es el "espinoso letrado" encargado de la defensa, el verdel ejerce la acusación, y para que no falte nada en las diligencias como procurador aparece el pez volador. Del orden de la sala se encarga un enorme pez espada.

Los papeles de los variados peces, son interpretados por jóvenes de ambos sexos disfrazados. Son, por tanto, peces andadores en vez de nadadores. Se trata de disfraces muy bien logrados, de proporciones precisas de bonita imitación. En un principio los actores del "Juicio en el Fondo del Mar", vestían su cuerpo con redes y colocaban los peces sobre sus cabezas, pues habían sido diseñados como gorros de cierto tamaño. Estos peces-gorros fueron confeccionados por miembros de la Peña "Los Ronceros", y el besugo por los de la Peña "La Zarceta".

En la actualidad los actores quedan en el interior de los peces y, solamente, asoman los pies junto a las colas que llevan tras ellos y miran y hablan a través de una ranura en la parte ventral de l

Los mismos. Las cabezas y colas están confeccionados con corcho blanco, el cuerpo de un revestimiento más flexible con las escamas superpuestas y todo ello montado sobre un armazón de varilla de hierro fina.

Al renacer el actual carnaval en el año 1981, y quedar desbordadas todas las previsiones, se vio la necesidad de iniciativas para mejorarles. La más afortunada fue la de Carlos Juncal Ibaceta, con su "Juicio en el Fondo del Mar", que como decimos cumple su XX Aniversario, y que constituye lo más original del carnaval santoñés, lo que le ha valido estar declarado como FIESTA DE INTERÉS TURÍSTICO.

El espectáculo, en su totalidad, se compone de tres partes: El Paseo del Reo, en el que el besugo es conducido por las calles hasta llegar a la plaza; la representación del "Juicio en el fondo del mar", que concluye con la absolución del besugo, pero que muere por amor al verse despreciado por la sirena; y el Entierro del Besugo, en el que tras el velatorio se organiza un desfile formado por una falsa y lóbrega comitiva compuesta de numerosos peces, cientos de enlutados y plañideras que lo acompañan hasta su última morada.

Las marchas fúnebres de las charangas no cesan hasta llegar al Pasaje. Allí se detiene el tenebroso cortejo y colocan al besugo en una pequeña balsa flotante. Le prenden fuego, y del interior del pez comienzan a dispararse fuegos de artificio llenando de resplandor el cielo. Las aguas de la bahía acogen las cenizas del gigantesco besugo que personifica el Carnaval de Santoña.

Pero, como decimos al principio, la trilogía en torno al besugo va a cumplir veinte años de existencia, lo que quiere decir que el Carnaval santoñés de antaño, estaba montado de forma distinta, pues se hacía como era tradicional, con el Entierro de la Sardina.

No obstante hacia el año 1965, desfiló el último entierro de este clupeido. En aquellos años en que los carnavales no estaban permitidos, fue la Asociación "Amigos del Mar", la que se atrevió a organizarlo. No hicieron falta muchos preparativos. Construyeron un rústico ataúd, con tablas recuperadas de unas cajas de arenques. Llegado el momento, se procedió a colgar la sardina de un pequeño listón horcado que, clavado, estaba en la cabecera del ataúd. A la hora de la salida, unos se vistieron con atuendos religiosos prestados por un sacerdote, el resto se disfrazó con lo que cada uno había encontrado, y comenzó el desfile, yendo la sardina custodiada por un grupo de jóvenes con ropas de agua y antorchas encendidas, teniendo a su alrededor un nutrido grupo de acompañantes con los más inesperados disfraces.